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jueves, 13 de febrero de 2014

Travel: Anecdotas de un Viajero (3)

   
    6:30am. Ya estábamos en el lobby desayunando un poco más de lo normal para llevar energías y aguantar un poco más la hora del almuerzo en el camino. Algo que les recomiendo que hagan, no se confíen con los dólares, cambien a moneda local lo que puedan y al mejor precio que consigan, busquen más que todo una vez estén dentro de Brasil ya que seguro le sale más económico que comprarlo en Venezuela. Resulta que no sabíamos ese tip, y pues nos confiamos con el poco que habíamos cambiado, pensando que en Manaos íbamos a conseguir más económicos, la confianza nos salió cara.


   
        Arrancamos la travesía en carretera, que se veía en muy buen estado, pasamos algunos pueblos, entre ellos el pueblo de Iracema, hicimos nuestra primera parada de gasolina para asegurar seguir con el tanque lleno ya que no se sabe lo que hay más adelante, si hay o no hay estaciones de gasolina más vale ser precavidos. En un par de horas estábamos pasando por el puente sobre el rio Branco, y hasta el momento todo iba bien. Unos metros más bastaron para que la calma nos abandonara, pues empezamos el tramo de terror, sobre todo para los carros pequeños, comenzamos a ver lo que yo nombraría como la carretera del olvido. No sabias si era asfalto con un poco de tierra o tierra con un poco de asfalto, extremadamente mala, con huecos demasiado grandes, era algo inhóspito, fuera de lo normal sin embargo seguimos el rumbo, ya que era parte de la ruta que definía el GPS. La velocidad media entre tramo malo y tramo horrible era de aproximadamente 30 Km/h, la carretera se hace larga por la velocidad que vamos en esa vía. Llegamos después de un par de horas más a donde pensábamos que era la entrada hacia Manaus, una redoma que tenía tres salidas, aquí sí que es importante confiar en el GPS ya que no hay ni un solo aviso en esta vía desierta, parecía que por allí no vivía nadie, incluso se van a encontrar con una garita de vigilancia completamente inhabitada, y es la indicativa de que por allí es el camino correcto. Resulta que esa redoma no estaba ni remotamente cerca de lo que era la entrada de Manaus, cada minuto que pasaba era más desesperante, sobre todo cuando nos dimos cuenta que el efectivo en moneda local (Reales)  se estaba acabando. Llegamos a un pueblo donde había bastante movimiento, ahí recobramos las esperanzas de que íbamos por el camino correcto.

   
      Hicimos nuestra segunda parada de gasolina donde nos dimos cuenta de que se nos había agotado el efectivo, y es que echar gasolina es demasiado caro, es un lujo en Brasil. Las esperanzas no nos duraron mucho cuando el trabajador de la gasolinera nos indicó que para llegar a manaos faltaba otro tramo de carretera mala de aproximadamente dos horas para llegar al estado de Amazonas, yo diría de carretera horrible y pensar que nos dijo que ésta parte la estaban reparando, creo que se equivocó, pues parecía que el asfalto tenia meses que no pisaba por estas calles. Luego de un tramo de casi llorar cada vez que caía en los huecos, nos volvimos a ilusionar al ver que aparecía un pedazo largo de carretera recién asfaltada, "aleluya" grite con emoción pues pensé que se había acabado lo malo, hasta que frené de golpe debido a que iba con más o menos velocidad, por visualizar que solo era un pequeño tramo reparado de la vía y luego venían pedazos horrorosamente malos, nos terminamos resignando. Sobre todo al ver los carros que venían en sentido contrario, totalmente cubiertos por lodo y tierra rojiza casi amarilla, de los cauchos hasta el techo lo único que se reconocía era el parabrisas y era porque lo tenían que limpiar para poder ver, que tristeza. 

     
         
No, tristeza nos dio cuando llegamos al verdadero rusty trial, y es que vimos a lo lejos un señor cerca de una máquina haciéndonos señas de que paráramos allí donde estábamos que estaba cerrado el paso, entramos en pánico total al solo pensar en quedarnos varados en la nada. Vemos que estaban limpiando la vía de un gran piso de barro formado por las lluvias de días anteriores que había cubierto completamente la carretera, o mejor dicho los huecos, un campo minado pues. Estuvimos esperando aproximadamente 45 minutos mientras terminaban de limpiar el lado contrario y mientras pasaban los carros, gandolas y autobuses que se dirigían de regreso a Boa Vista, luego le toco limpiar del lado donde íbamos nosotros y se nos acerca el señor que nos había dicho que paráramos y nos empezó a hablar de todo en portugués, nunca entendimos nada, pero con las señas quiso decir que iban a ir limpiando con la máquina y nosotros íbamos a ir detrás de ella, ya habían para el momento varios carros esperando seguir.

                      
                  
       Comenzamos a rodar tratando de esquivar los huecos, pero al recorrer un tramo llegamos a caer en el hueco más grande de nuestro camino, allí pensé que hasta aquí habíamos llegado, pues no, el carrito más fiel donde me había montado era ese. Seguimos un par de horas más hasta llegar a lo que era la división de los estados, una especie de alcabala que definía la gran diferencia entre ambos: la Carretera. Al fin llegamos a carretera mucho más sana donde aceleramos el paso pues teníamos miedo de que nos agarrara la noche en plena vía. Llegamos a lo que era selva en todos los sentidos, una carretera cubierta de árboles que te mostraban la vía, habían muchos letreros de cuidado con los animales salvajes y sobre todo de no pare en la vía, y es que en esta zona habitan tribus de indígenas poco amigables, indígenas autóctonos de la zona, y resulta que antes de salir de viaje un tío nos indicó que tuviéramos cuidado porque eran salvajes ya que estábamos invadiendo su territorio, así que andamos con mucho más miedo y estrés de lo normal. En un momento nos tomó por sorpresa la lluvia inclemente que no dejaba ver nada de la carretera mucho menos los huecos que eran pocos pero igual de horrorosos que en el tramo pasado. Nos tocó hacer nuestra tercera parada de gasolina, y nos preocupó el saber que la gente de los pueblos no aceptaba dólares solo moneda local y de ésta ya no quedaba nada en los bolsillos. Para colmo de males la siguiente estación que quedaba en el primer pueblo más civilizado y cercano a nuestro destino, quedaba a unos 100 Km más, así que bajamos la velocidad y continuamos encomendados a Dios.

(Continuará...)




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